
Tensa los músculos, acelera la palpitación y la respiración, y somete al cuerpo a un estado de tensión. También dificulta la capacidad de razonar y limita el control que tenemos sobre nuestros actos. “Hay que acostumbrarse a prever las situaciones de riesgo [...]. Sin perder la serenidad, diga inmediatamente: ‘No estoy de acuerdo’, y vivirá mucho mejor”, aconseja D’Urso.
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