El boleto del metro que me regalaron |
Llego a la ciudad de Brescia, Italia, a la estación de trenes en un día frío que, sin embargo, rebosa de movimiento. Al salir, tomo el metro, apenas a dos pasos de la estación; una comodidad que se agradece. La experiencia es encantadora, las instalaciones son de primera. Es mi primera vez en este lugar así que debo preguntar cómo comprar el boleto. Encuentro a dos chicas, vestidas de manera que me indica su pertenencia a la cultura musulmana. Llevan el hiyab, ese velo que cubre la cabeza y el pecho de las mujeres musulmanas, reservado para presencias ajenas a su familia inmediata. Con amabilidad, me guían hacia el dispensador de boletos, indicándome el monto, la estación de destino y la dirección que debo tomar. Mi inicio en la exploración de Brescia resulta muy agradable.
Al regresar, repito el viaje en sentido contrario. Pero en esta ocasión observo a una mujer que, por su apariencia, indudablemente proviene de Europa del Este: rubia, con un acento peculiar al hablar italiano. Se encuentra cerca de la entrada, justo donde están las escaleras mecánicas, extendiendo su mano con un boleto de la estación. Sorprendido, me acerco para ofrecer mi ayuda. Sin embargo, no necesita asistencia; simplemente desea regalar su boleto de 90 minutos, con unos 70 minutos de validez restantes. Acepto el gesto generoso, y al ingresar a la máquina, compruebo que, efectivamente, me permite el acceso, ya que su tiempo de uso aún no ha expirado.
Estas dos experiencias merecen ser destacadas: la buena voluntad y amabilidad de las personas, el deseo de ayudar, aspectos que persisten en individuos de diversas culturas. Son momentos que enriquecen mi jornada y me recuerdan la belleza de la diversidad cultural y la conexión humana en cada rincón de Brescia.
Incorporo a esta entrada, fotos del metro de Brescia desde mi cuenta de @italiacotidiana en Threads.
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