Cuentan que los trovadores abundaban en las calles y plazas santiagueras, que las descargan en el Parque Céspedes comenzaban en las tardes y acababan tarde en la noche reuniendo una inmensa cantidad de público. Cuentan también de las serenatas que le daban los jóvenes enamorados a sus pretendientes. Por lo que he escuchado, el Santiago (Cuba) de antes se diferencia mucho al actual. Podrá haber Casa y Festival de la Trova, pero no se respiran los aires trovadorescos que se inhalaban antaño.
Ubicada en la Calle Heredia, la Casa de la Trova es el punto de reunión de varios exponentes de este género, que dan vida a composiciones legendarias de Matamoros, Ñico Saquito y Pepe Sánchez por solo citar algunos. Beneficioso resulta que las nuevas generaciones se unan a este movimiento conformado principalmente por veteranos, garantizándole continuidad y larga vida a la trova santiaguera que goza de prestigio nacional e internacional. Muy joven acudió a este recinto el popular músico Eliades Ochoa, que a pesar de estar desarrollando su carrera musical en La Habana no deja de visitar Santiago ni su Casa de la Trova.
Todas las tardes se reúnen los populares y los desconocidos para sacarle a cuerdas y cueros las más sabrosas notas que se pueden escucharen toda esta región, que obliga a caminante detener el paso y asomarse a las grandes ventanas para observar lo que sucede dentro del recinto. Desde su creación este sitio ha sido el favorito de de las parejas bailadoras que se contentaban solo con bailar a las afueras al compás de la música tocada en el amplio salón decorado con cuadros que pueden confundirse fácilmente con una fotografía ampliada de los máximos exponentes de la trova santiaguera.
Es una verdadera atracción, los turistas llegan y observan, toman fotografías, filman y se embullan a tirar unos pasillos que inicialmente fuera de ritmo van siendo con el tiempo perfeccionados, algunos se han empeñado tanto en aprender que han llegado a dominar el baile y parecen verdaderos cubanos bailando al ritmo de sones y guarachas.
La casa colonial de grandes ventanas, cuadros colgados a las paredes, mesas y taburetes, brinda un ambiente criollo y familiar que se vuelve más agradable cuando comienza la función; músicos, bailadores y aplausos del público que se reúne dentro y fuera.
Es una verdadera atracción, los turistas llegan y observan, toman fotografías, filman y se embullan a tirar unos pasillos que inicialmente fuera de ritmo van siendo con el tiempo perfeccionados, algunos se han empeñado tanto en aprender que han llegado a dominar el baile y parecen verdaderos cubanos bailando al ritmo de sones y guarachas.
La casa colonial de grandes ventanas, cuadros colgados a las paredes, mesas y taburetes, brinda un ambiente criollo y familiar que se vuelve más agradable cuando comienza la función; músicos, bailadores y aplausos del público que se reúne dentro y fuera.
A cualquier hora puede escucharse cantar al compás de una guitarra a cualquier trovador, como una señora que llega desde un reparto lejano al centro de la ciudad y entona apasionadas canciones, luego se le incorpora un jubilado aficionado a estos cantares y ambos alternan las voces prima y segunda, más tarde se les unen otros y forman una descarga sin querer, nadie lo había planificado.
Lo doloroso es que ha perdido la ciudad el carácter “bohemio a lo tradicional” y espontaneo de sus bardos. La música se ha mercantilizado a tal punto que esta es el sustento de la mayoría de estos trovadores. Buena parte de los jóvenes proceden de escuelas de arte y desde sus inicios se han dedicado a la trova profesionalmente, integrándose a agrupaciones que fomentan diversos géneros musicales alcanzando una maestría y dominio de determinado instrumento, superior a otros como los más veteranos, que llevaban la música en la sangre y de oído aprendieron a tocar la guitarra o percutir un bongó o fueron asistidos por un conocedor. Lo cierto es que existen en la actualidad las Casas de Cultura que han desarrollado talentos ocultos en las comunidades, todos jóvenes, que la percatarse de las ventajas económicas que brinda trabajar en un centro nocturno amenizando bares y restaurantes con buena música del patio o internacional dejan a un lado los estudios no artísticos que llevaban realizando o anterior profesión para dedicarse por completo a su nueva carrera como músico. Así muchos han llegado lejos, han grabado discos, realizado giras por el exterior o le han ofrecido contrato, como a uno que en estos momentos canta en un crucero que le da prácticamente la vuelta al mundo.
Son varios los que se sientan a la sombra de los pequeños arboles del Parque de Céspedes afinando sus guitarras a la espera de un grupo de turistas, que desde que ponen un pie en la plaza son acompañados por trovadores y su música, que luego de interpretarles un variado repertorio les extienden el sombrero, guardan el fruto de su trabajo y para demostrarle que son educados e instruidos les dicen a los siempre contentos turistas un “thanks you”.
He pasado varias veces por ese lugar y ni un solo trovador me ha salido al paso preguntándome que canción quiero escuchar. Yo, gustosamente le pediría que me relacionara su repertorio y escogiera una, luego de escucharla en caso de que me extendieran el sombrero sin problema alguno les dejara algunos pesitos, en moneda nacional, otra no tengo. Sigo sin comprender por qué al igual que otros cubanos, me veo privado de dedicarle a mi pareja una canción entonada por trovadores locales. Antes si era frecuente ver como unos señores vestidos de saco y sombrero caminaban las calles y plazas santiagueras, cantándoles a las muchachas por iniciativa propia o a petición de un señor que les reconocía con algunas monedas su talento. Abundaban también las serenatas, manifestación extinta en el territorio santiaguero. Los jóvenes suelen reunirse en las noches y guitarra en mano acompañados de una botella de ron, en cualquier parque descargan interpretando canciones actuales o tradicionales.
La trova y los trovadores van a seguir existiendo en Santiago. Continuarán reuniéndose en esta ciudad los mejores trovadores de todo el país en el festival de la trova Pepe Sánchez. La calle Heredia y su Casa de la Trova seguirá siendo una atracción turística y el caminante detendrá su paso y se contagiará con el ritmo que brote de guitarras y tambores. Ha perdido Santiago esos trovadores que le cantan a cualquiera en un parque o en una serenata, porque estas se han vuelto muy caras, no se el por qué de volver a la edad de piedra. ¿Que no ofrecerá el futuro?
[Fuente]
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