26 feb 2008

NO ME ENVÍES ESE EMAIL, POR FAVOR

Tener una cuenta de correo hoy en día, no es lo mismo que hace 10 años. Hoy, casi todo el mundo tiene, cuando menos una. Los amigos de la infancia pueden ser reencontrados en línea y el FAX, ha pasado a ser un artefacto de segunda mano.

Los avances han traído ciertos problemas, como los virus troyanos y el correo spam. Los Antivirus hacen su trabajo y los filtros de correo basura hacen lo propio, moderadamente bien. Sin embargo, existe una especia de epidemia que no corre por cuenta de los sistemas de seguridad; es algo que por los momentos parece que es inevitable e incontenible: Las cadenas, el correo inútil, los refritos, o como guste llamarlos

Esta mañana revisé un documento que me enviaron de 12 páginas. Sabía que era un correo de este tipo, pero le di crédito porque fue enviado por una persona a la que considero con criterio. Cuando lo abrí, descubrí una suerte de “ejercicio visual” con un mensaje amenazador (como siempre), diciendo: “Si lo envías a 100 personas entonces tu deseo...”; “Si no lo envías, te vas a morir de un infarto hoy a las 7:00 PM...” ¡Por favor! Y esto es solo un pequeño ejemplo. Esto se repite en distintos colores y formas.  
 El asunto se pone más complicado cuando tu dirección de correo cae en esas enormes listas que muchos desconsiderados copian y pegan en el campo “PARA”. Gente que no conoces te envía y reenvía mensajes que ya viste y que ni si quiera te interesan. Entonces terminas borrando decenas de correos sin siquiera abrirlos. Y peor aun, si tu conexión a Internet es lenta, todo esto te toma más tiempo. Si te da curiosidad y abres alguno, solo para descubrir que es realmente una basura tecnológica, entonces más molestia te causará. 

Mucha gente no está consciente del daño que hace con esto. No es para mandarlos a la silla eléctrica, pero sin duda no es un asunto de aplaudir. Mandar basura por correo es tan dañino como dejar un bombillo encendido sin que nadie lo esté utilizando; esto consume recursos de manera innecesaria. Luego, el descaro es mayor cuando las personas que lo hacen utilizan cuentas de correo de su lugar de trabajo. Eso es penado por la ley, está prohibido en todas las organizaciones y aun así, parece que no hay manera de controlarlo. 

Yo trato de seguir una especie de código personal antes de enviar algún correo. No es una norma exacta, pero si trato de seguirlo como un principio, de manera de no incurrir en lo que tanto me molesta. Es más o menos así:
  • ¿Es lo que estoy enviando es información útil para quien lo recibe?
  • ¿Le interesa a la persona de destino? (no necesariamente es malo, pero tal vez no le llame la atención)
  • ¿Es el destinatario una persona ocupada o se puede permitir unos minutos al día para revisar correos?
  • ¿Su conexión a Internet le permite descargar contenidos de gran tamaño?
  • ¿Es veraz la información que estoy enviando o son solo rumores y especulaciones?
  • ¿Puede ser ofensivo para algún tipo de persona en particular? (factores políticos, religiosos, etc.)

A parte de esto, evito por todos los medios usar cuentas de correo corporativas, sea para enviarlo o recibirlo. Con tu cuenta de correo personal, puedes hacer lo que te de la gana (moleste a quien moleste), aunque la idea es reducir la incontenible montaña de basura que se genera al día.

He llegado a pensar que hay personas que no tienen nada más que hacer en el día, salvo reenviar de forma obsesiva. Es posible que esté equivocado y que tales personas trabajen duramente y consideren erróneamente eso como una manera de entretenimiento. Pero lamentablemente esa es la impresión que da. Y si lo pienso yo, es posible que su jefe en su trabajo piense algo similar.

Yo estoy muy consciente que esta locura no se va a detener. Pero por lo menos, si todavía existe un mínimo de sentido común, tratemos de refrenar esta enfermedad colectiva, de reenviar compulsivamente y solamente limitémonos a información que realmente sea útil todos.

Muchos lo vamos a agradecer.

Jesús A. Famiglietti
jesusfamiglietti@gmail.com

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